(ó retrospectiva a través del tiempo y la distancia)
Cuadros de la infancia y adolescencia en General Roca y la Colonia Rusa.
Con cariño para los que están y en memoria de los que ya no.
¿ Como es posible olvidar ?...
... el Chevrolet negro de papá o en tiempos mas tardíos la "estanciera" rojiblanca que estacionados al lado de nuestra casa de la calle Belgrano, se convertian las tardes de los Domingos en una especie de extensión del salón o de algún otro de los cuartos. Mamá tejiendo algun pulóver entre mate y mate compartido con papá que leía "La Prensa" (comprada a diario en el cercano kiosco a la vuelta de casa ), y yo de niño pequeño sentado en el asiento trasero y ... [continúa]
(ó retrospectiva a través del tiempo y la distancia)
Cuadros de la infancia y adolescencia en General Roca y la Colonia Rusa.
Con cariño para los que están y en memoria de los que ya no.
¿ Como es posible olvidar ?...
... el Chevrolet negro de papá o en tiempos mas tardíos la "estanciera" rojiblanca que estacionados al lado de nuestra casa de la calle Belgrano, se convertian las tardes de los Domingos en una especie de extensión del salón o de algún otro de los cuartos. Mamá tejiendo algun pulóver entre mate y mate compartido con papá que leía "La Prensa" (comprada a diario en el cercano kiosco a la vuelta de casa ), y yo de niño pequeño sentado en el asiento trasero y entretenido con las figuras y fotos de próceres del Billiken , cuando aún no sabía leer, o viendo pasar a las pocas personas que viniendo desde "atras del canal " se dirigían al "centro" vestidos con sus prendas domingueras, esperaba impaciente que llegase el atardecer, y con él finalmente comenzácemos la anhelada " vuelta del perro ", aquel paseo dominical de ida y vuelta, y vuelta e ida a lo largo de la calle Tucumán, en el que los coches se movian tan lentamente ( especialmente en cercanias de las confiterias "Sonia" y "El molino" ) como para que las cuadras no se acabasen rapidamente ...aunque hoy entiendo que en realidad, ese era el verdadero ritmo de nuestras vidas en aquellos tiempos.
…el carro del lechero. Brandizi, el sonriente y dicharachero lechero de origen vasco, con su ladeada boina negra, traía asiduamente fresca leche de vaca, producto de blanquinegras holandoargentinas ordeñadas en tempranas horas de la mañana creo que en el tambo de Paco Fernández a la entrada del pueblo, cerca de la ruta 22. El sulky con los perforados laderos en donde descansaban aquellos grandes tarros de chapa galvanizada llenos del lácteo fluído. El caballo de pelumbre azabache, avanzaba deteniéndose de casa en casa bajo el control remoto del silbido de su amo o quizá del sonido metálico de las monedas al ser tiradas dentro de la corrohida cartera de cuero marrón ceñida al cinturón del lechero. Y yo, que siempre con Blanca, la criada, esperaba el sonar de la campanilla colgada del cuello del equino, salía jarra en mano para que Brandizi la llenara del imprescindible líquido sin el cual " los chicos no crecen sanos...", como mi madre solía decir.
¿ Como es posible olvidar ?...
... la escuela Manuel Belgrano, mi primera experiencia escolar ( yo nunca fuí a un jardín de infantes, no sé si será por que en esa época no existian o porque mis padres decidieron no inscribirme.). El primer dia de clases en el que Mamá y Papá me llevaron a la escuela junto con Sarita Kaspin, mi "madrina" ( ella siempre acompañándome en los acontecimientos importantes de mi infancia ). La escuela ubicada en la calle San Martín , no lejos de la casa de mis abuelos. Desde el patio de recreos se podian observar las ventanas de las habitaciones del Colegio Parroquial de enfrente. Según se corría el rumor, habria allí un perverso alumno exibicionista que exponia su miembro viril a través de una de esas ventanas despertando la curiosidad y el pudor de alumnas de los grados superiores mientras nosotros, los varones jugábamos al fútbol en la improvisada y arenosa cancha del patio posterior.
...el día en que recibí el primer "insuficiente" en una composición , alla por el segundo grado. Por supuesto no me atreví a mostrar la "indecorosa" nota a mis padres para que la "firmasen" como era requisito, no sé si por miedo a la reacción o por el temor a "desilusionarlos" . Al día siguiente simulé fuertes dolores abdominales para evitar ir a la escuela. Ese mismo atardecer acabé en el quirófano donde los doctores Bolthauser y Pastor me operaron por "apendicitis aguda", en el mismo sanatorio en el que mi madre me dio a luz siete u ocho años antes con la ayuda del último de los mencionados facultativos y de los masajes en la baja espalda suministrados por Sofia Kaspin , la "comadre". No recuerdo si con el pasar de los años me atreví a revelar la nota a mis congenitores, lo que nunca me animé a averiguar fué el informe patológico de ese apéndice, aparentemente inutil por suerte, que extirparon de mi cuerpo infantil.
¿ Como es posible olvidar ?...
...los patines, esas suelas metálicas con cuatro ruidosas ruedas, fueron para mi , hijo único que la mayor parte del tiempo lo pasaba en casa sin otros chicos, inseparables amigos. Patinar en el patio asfaltado de casa, solo alli me era permitido, era el entretenimiento preferido durante casi todas las tardes al regresar de la escuela. Mis padres solian encargar productos en un almacén al por mayor de Bahía Blanca, que cuando llegaban a casa, se dejaban en el patio antes de acomodarlos finalmente en las estanterias de la despensa. ¿ Como puede evitarse que un chico calzando un par de patines, haga piruetas entre las cajas y esqueletos de madera rebozantes de contenido mas o menos frágil, mas o menos líquido?. Patinar a toda velocidad y aterrizar con el trasero sobre una caja con una docena de vítreas botellas de aceite Mazola fue algo inevitable. Creo hasta hoy, que el hecho de mi sobrevivencia a aquella travesura, se lo debo a Blanca , la fiel criada que vivió y trabajó en mi casa paterna desde que tuve uso de razón y hasta que abandonamos a Roca para trasladarnos a Panamá. Ella, con su bonanza y apacibilidad que la caracterizaban, secó los litros y litros del aceitoso líquido derramado sobre el piso abaldozado antes de que mamá regresase. El cruce de cómplices miradas ocultó el irrevelable secreto entre Blanca y yo durante años.
... las deliciosas "milanesas de ternera" con ensalada de tomates frescos y cebolla, que gozaba los Sábados cuando mamá me lo permitía, en casa de Benito y Sofia Kaspin , mi "comadre", mi adorada comadre que en los frios y lluviosos dias de invierno venia a casa a "tirarme el pellejo" para "cortarme el empacho" cuando se trataba de "dolores de panza" utilizando , si mi memoria no me engaña, cenizas que obtenía de la ferrea "Volcan" a leña, o aplicarme calientes "ventosas" sobre la piel de la espalda cuando los síntomas eran otros , y yo acostado boca abajo sentía la alta temperatura de este añejo tratamiento en mi reverso. Sus manos...las manos de mi comadre, nunca las podré olvidar. Hoy en día, después de mas de una treintena de años de practicar la medicina convencional, no sé qué daría por poseer los dones terapeuticos innatos de mi comadre . Seguramente mis pacientes me lo agradecerian ! ...
¿ Como es posible olvidar ?...
...la casa de los Lerner . Rosalia y Enrique fueron entrañables amigos de mis padres. Desde muy pequeño me impresionó su lujoso coche ( creo que DeSoto o Studebaker ) de metálico color entre oro y bronce que traté de imitar muchos años despues cuando dí a pintar el primer "carro" que compré con mis propios medios, un usado...muy usado "Volkswagen Beetle", siendo estudiante de medicina en Panamá.
En más de una oportunidad, en que por razones de salud mis padres viajaron a Buenos Aires en época de clases, me hospedé durante algún tiempo en casa de los Lerner. Para mis ojos de niño, no era esa una casa sino algo entre palacio y museo. El salón...en ese misterioso salón albas figuras talladas en dientes de marfil alternaban con estatuas esculpidas en negras maderas africanas. En las noches. antes de dormirme, me entretenia con el pensamiento de que aquellas inertes figuras comenzacen a danzar al ritmo de la hermosa "caja de musica" de brillosa madera con aplicaciones de nácar, o bebiecen té infusionado en el plateado samobar, seguramente traido de la Europa oriental, y servido en esas tazas de fina porcelana de Rosenthal, expuestas en las transparentes vitrinas.
Y los depósitos, aquellos inmensos galpones de Don Enrique, con las interminables pilas de papel de todo tipo. siempre erguidas y ordenadas cual estanterías de alguna botica, dejaban entre entre ellas laberínticos y estrechos pasajes. Se me hacía el lugar ideal para mis juegos de niño. Por si todo aquello fuera poco , en medio de aquél "paraiso de juegos" cruzaban dos ferreas vias que permitian el transporte de una inmensa "carretilla" que cuando no estaba cargada de enormes paquetes de papel, la colmaba yo con montones de imaginación sin fín de un niño de ocho o nueve años. Solo lograba sacarme de aquel mundo el llamado de Rosalía invitándome a comer. El sabor del "borsch" con crema de leche y pequeños trocitos de fresco pepino, que traía de la cocina mientras tarareaba "...espérame en el cielo, corazón, si es que te vás primero...", aún sigue formando parte de mi recuerdo palatino. Desde entonces, cuando saboreo esta popular delicia culinaria, no puedo dejar de compararla con el original, el "borsch" de Rosalía.
En más de una oportunidad, en que por razones de salud mis padres viajaron a Buenos Aires en época de clases, me hospedé durante algún tiempo en casa de los Lerner. Para mis ojos de niño, no era esa una casa sino algo entre palacio y museo. El salón...en ese misterioso salón albas figuras talladas en dientes de marfil alternaban con estatuas esculpidas en negras maderas africanas. En las noches. antes de dormirme, me entretenia con el pensamiento de que aquellas inertes figuras comenzacen a danzar al ritmo de la hermosa "caja de musica" de brillosa madera con aplicaciones de nácar, o bebiecen té infusionado en el plateado samobar, seguramente traido de la Europa oriental, y servido en esas tazas de fina porcelana de Rosenthal, expuestas en las transparentes vitrinas.
Y los depósitos, aquellos inmensos galpones de Don Enrique, con las interminables pilas de papel de todo tipo. siempre erguidas y ordenadas cual estanterías de alguna botica, dejaban entre entre ellas laberínticos y estrechos pasajes. Se me hacía el lugar ideal para mis juegos de niño. Por si todo aquello fuera poco , en medio de aquél "paraiso de juegos" cruzaban dos ferreas vias que permitian el transporte de una inmensa "carretilla" que cuando no estaba cargada de enormes paquetes de papel, la colmaba yo con montones de imaginación sin fín de un niño de ocho o nueve años. Solo lograba sacarme de aquel mundo el llamado de Rosalía invitándome a comer. El sabor del "borsch" con crema de leche y pequeños trocitos de fresco pepino, que traía de la cocina mientras tarareaba "...espérame en el cielo, corazón, si es que te vás primero...", aún sigue formando parte de mi recuerdo palatino. Desde entonces, cuando saboreo esta popular delicia culinaria, no puedo dejar de compararla con el original, el "borsch" de Rosalía.
¿ Como es posible olvidar ?...
...las fiestas judias, Rosh Hashaná y Yom Kipur. El atardecer de la víspera de Kipur en que mi abuelo, José Locev rezaba el Kol Nidrei ante el abierto "Aron ha-kodesh" ( el Santo armario en el que se guardan los libro de la Torah ), con su particular voz plena de sentimiento, y "aclarada" algunas horas antes con una mezcla de yemas de huevo, azúcar y creo que algún chorrito de vino moscato. ¡ Cuanto esperaba yo este acontecimiento durante todo el año ! , no estoy seguro cual era el anhelo dominante, si el profundo sentimiento místico que esta plegaria inentendible para mi, y escrita en antiguo Arameo me causaba, con su clasica melodia que penetra corazones, o el orgullo inocultable de que fuese "mi abuelo" quien la pronunciara. Con el pasar de los años tuve la oportunidad de escuchar esta oración de boca de muchos "jazanim" e incluso famosos tenores profesionales. Los hubieron mejores y peores, e incluso mucho mejores, pero ninguno...ninguno como el suyo, el Kol Nidrei de mi abuelo.
... el Seder comunitario de Pésaj, ese proyecto social-religioso que dudo si se lleva o se llevó a cabo de idéntica manera en algún otro lugar. Las madres y las abuelas organizando con anticipación los aspectos culinarios en el salón de la colectividad. Los "kneidelej", el "guefilte fish" y las presas de gallinas descogotadas dias antes por el "shoijed" que llegaba en especial para la oportunidad estableciéndose en el patio de la sinagoga cuya tierra quedaba ensangrentada por el rojo liquido vital de estas pobres aves que se transformaban en delicias gastronómicas, o por lo menos así me parecia cuando era niño.Todo aquello cocinado en enormes ollas que en ese entonces me parecian aún mas gigantescas comparadas con el tamaño de aquellos chiquilines que éramos y que rondeando entre las polleras de nuestras madres, tias y abuelas, tratando de que nos permitiesen "probar", a escondidas de los demás, algún trocito de aquellos manjares de la tradición judía. No volví a ver semejante tamaño de ollas hasta que sirviendo como médico en el ejército israelí, debí hacer controles sanitarios en cocinas de campamentos militares en donde se prepara en magnas cantidades la comida para los soldados.
¿ Como es posible olvidar ?...
...los veranos en casa de la tía Anita y Samuel ( Zishe ) Glanz, en los años en que aún vivian en la Colonia Rusa. El negro teléfono a manivela colgado en la pared del pasillo vecino al salón , al que en esa edad no podia llegar, y dudaba si al crecer y tener suficiente estatura para girar la manivela, lograría revelar el secreto de su funcionamiento, que tan enigmático me parecia. Los juegos y las conversaciones interminables hasta bien entrada la noche con Diana y Yaquito, a la luz del farol de kerosén, tratando de no hacer mucho ruído para que no revelaran que aún estabamos despiertos. La fiambrera colgada de las ramas del sauce llorón a la ladera del canalito, que en esos dias veraniegos era el refugio de quesos y otros productos lácteos en esos años en que la electricidad era en la Colonia Rusa, solo una esperanza.
...los "talleres de la WIZO". Aquellas tardes en que nuestras madres, abuelas y tias ( para mi todas eran "tias") se reunian en nuestras casas siguiendo algún turno rotatorio o a lo mejor elegido al azar, para coser o tejer prendas entre chisme y chisme, que serian posteriormente enviadas a la tierra prometida.
Al principio del encuentro la mesa del comedor se llenaba de hilos, tijeras, agujas, dedales y multicolores telas que luego de ser cortadas con moldes de "Chabela" o de "Burda" e hilvanadas, esperaban pacientemente su turno para pasar por la "Singer" en donde alguna de las beneficas señoras pedaleaba dale que dale, para coserlas definitivamente. Al final del "taller", blusas, camisas y pantalones eran el resultado de aquella jornada peculiar y productiva. La parte artesanal era siempre complementada por surtidos platos de masitas caseras, medias lunas, "shtrudel", rebosadas tortas y cremosos postres acompañados por mate o por té.
De niño siempre anhelaba que el turno llegase a casa. Los innumerables besos que recibía de las decenas de "tias" dejando impresas en mi mejilla las rojas marcas de sus pintados labios , eran siempre recompensados por aquellos deliciosos dulces que engullia con deleite, cuando se iban las visitas ...
¿ Como es posible olvidar ?...
...las vacaciones en la chacra de los Kaspin. La casa de la tíos Sara ( Sorque) y Leibe Kaspin ( para mi todos eran tios ) , el aljibe del patio con el balde colgado de la gruesa cuerda tambaleándose a ritmo del viento. Ese mismo viento que en las noches traía desde los galpones ubicados no lejos de la casa, el sulfúrico olor de los materiales con que fumigaban los arboles frutales. Fue alli donde aprendi a montar en bicicleta. Un ejemplar viejo y parcialmente oxidado de este medio de transporte se recostaba en la enredadera de ligustro, creo que pertenecía a alguno de los peones que si bien recuerdo era petiso y chileno y era creyente Sabático. Por supuesto con mi corta estatura de niño de ocho o nueve años el aprendizaje tuve que hacerlo pasando una de las pierna debajo del caño superior , parado o mejor dicho encorvado por no poder llegar con el trasero al asiento y manteniendo la "bici" inclinada . Asi y todo me sintía feliz por lo menos como un conductor que comenzaba a manejar su recién adquirido Rolls Roy.
Solo pasar el pequeño puente de madera sobre el canalito, al lado del sauce llorón cuyas largas y vencidas ramas besaban timidamente la corriente de agua, era llegar al chalet de Felisa y Natalio Kaspin ( Nono, y para mi , mi "padrino".). En ese chalet pase gran parte de las horas mas felices de mi infancia, fines de semana o vacaciones de verano, toda oportunidad era adecuada para que mis padres me llevasen o el padrino viniese a buscarme. Allí pase dias y atardeceres jugando con Silvita y con Zevi que a pesar de la diferencia de edades ya en ese entonces llenaban el lugar de "mis primos" , ya que naturales lamentablemente nunca los tuve.
Con el pasar de los años, me convenzo cada vez mas , de que son el olfato y el gusto los sentidos que dejan las huellas mas profundas en el largo y tortuoso camino de los recuerdos.
Quien llegaba al chalet por el del portal principal, era escoltado a sendos lados del caminito de entrada por erguidos y orgullosos rosales multicolores. Pero el aroma...ese dulce y emborrachador aroma de las rosas...
Hace cosa de algun tiempo, paseando por las empedradas y estrechas callejuelas de Roma, en esos dias entre las Navidades y el Fin de Año, quedé atraído , como magnetizado por el aroma de los "panetones" (Pan Dulce) que provenia de las panaderias abarrotadas de esa itálica y tradicional torta. Ese aroma...ese penetrante y dulce aroma de esencia de rosas (componente " sine qua non " y dominante de su receta) , logró recrudecer en mi sensorial memoria, el inolvidable perfume de los rosales del jardín de la casa del padrino.
¿ Como es posible olvidar ?...
...aquel picnic en la chacra de los Riskin. Como la mayor parte de los chicos de Roca, tambien yo pertenecía a ese "ken" ( nido ) del "Ha'noar Ha'zioni" en el que mi primera "madrijá" fue Licha Lerman, quien para ese purrete de diez años que era yo, me parecía algo asi como Dulcinea para Don Quijote. Como parte de las actividades sociales del "ken" viajamos todos aquel domingo de verano, en la parte trasera de un camión de la soderia de Nahum Locev, al anhelado picnic en la chacra de Rufino Riskin. A esa misma chacra en donde pasé largas tardes de domingo jugando con Miriam, la mayor de las hijas y con Shloime y Velia que eran menores que nosotros . El aroma de las peras no hace mucho cosechadas que reposaban en apilados cajones en un cuarto lateral de la casa y el recuerdo del sabor a fruta fresca tan olvidado en estos tiempos de ingeniería genética por estas partes del mundo, excitan mis glandulas salivares al escribir estas líneas.
Pero volviendo al picnic...no bien descargamos del camión las cajas de cartón con la comida y los cajones con amarillentas botellas de Bils y sifones de soda, sin olvidarnos de la enorme y pesada barra de hielo comprada a último momento y envuelta en aserrín y papel de diarios viejos para que no se derritiera , nos ubicamos bajo la sombra de los enfilados y erguidos álamos en la ladera del canalito. Qué Diablo se me metió en la cabeza, para que yo saliese corriendo de repente trás aquel barbudo chivo y tratando de traspasar el canal me quedase literalmente "colgado" del párpado superior de mi ojo izquierdo en el alambre de púas inesperadamente camuflado entre las verdes ramas de ese infame arbustro , hasta hoy no me lo explico. El viaje a Roca, en el asiento trasero del coche, con "el parpado en la mano" mientras Rojele Kaspin me oprimía la región ocular con la ensangrentada toalla para tratar de evitar el derrame del rojo fluido, se me hacia interminable. Cuando guiño el ojo izquierdo, apenas si se puede notar la delicada y casi imperceptible cicatriz de la paciente y precisa sutura realizada por el doctor Aubone.
Siendo residente en cirugía plastica en los primeros años despues de llegar a Israel, logré realmente comprender y valorar la virtuosa profesionalidad del medico de mi infancia, que vivia a la vuelta de la esquina de mi casa.
¿ Como es posible olvidar ?...
...los dias ( las tardes, para precisar ) del secundario en el Colegio Nacional. Las clases de inglés con el profesor Ridolfi , sin duda habrá muchos que aun lo recuerden, con su "particular" personalidad , su cabellera a la Cramer ( el de Sinfeld ) . El inseparable maletín de desgarrado cuero viejo del que en alguna oportunidad caían hojas con ilegibles manuscritos , y en otras un parcialmente "desenebrado" rollo de papel higiénico...Las lecciones de anatomía del doctor Maida, las gráficas descripciones en la pizarra de los componentes del cerebro humano o de otros órganos vitales, que en aquellos tiempos se me hacian tan dificiles de captar y todavia mas de memorizar.
... la casa de los Mutchinick, de la "tia Laura" y Jacobito, que cuando trato de pensar en ella la recuerdo con horizontales tablones y bolsas de arena en el portal durante la época de las inundaciones. El largo pasillo que conducía al patio en cuyo fondo se encontraba el depósito. Esa pieza abarrotada de productos y arrinconadas vítreas damajuanas de boca ancha, repletas de tomates verdes y simétricos trozos de sandía en salmuera ( los embutidos de Jacobito, que más de una vez traté de imitar sin demasiado exito.). El comedor diario con la pared de marrones ladrillos refractarios sobre la que reposaba un óleo de una de las calles de la vieja Jerusalem, creo que traído de un viaje a aquella capital, enfrentado a una reproducción de la contorneada maternidad de Picasso.
Las tardes de Domingo con Duvi y Ede, las partidas de truco interrumpidas ocasionalmente por algún gooooollll...de Independiente resonando en la radio y coreado por Ede. Fué en esta casa donde se produjo mi primer encuentro con la técnica electrónica moderna. La "grabadora" electrica traída por Jacobito en algún viaje al exterior, que permitía reproducir voces, ruidos y hasta escucharse a uno mismo, en aquellos tiempos en que nadie soñaba con que habria tele, Video, DVD, Dolbi y demás, se me hacía al menos la octava maravilla del mundo.
Duvi , algo mayor que yo, era para mí, objeto de admiración y hasta por que ocultarlo, de un poco de envidia: a él le permitian participar activamente en las conversaciones de los "grandes" sobre fútbol, en la imprenta "de al lado del corralón", cosa que nunca logré en un fórum similar de la peluquería de Genaro Aloisio, nuestro itálico vecino de la calle Belgrano.
¿ Como es posible olvidar ?...
...el negocio de mi abuelo : "Casa Locev - Bazar y Ferretería". Alli pasé largas y felices horas de mi infancia. En el segundo piso me trepaba en horas matutinas para ver a través de las altas ventanas a la rubia Alicia, compañera de grado en el Nacional ( y de quien estaba profundamente enamorado sin que ella lo supiera porque nunca me animé a declarárselo), cuando terminaba sus clases de "ejercicios fisicos" en el club frente al patio trasero. Más de un tropezón me pegaba en las escaleras al salir disparado a enfrentarla "de casualidad" cuando pasase frente a la entrada principal del negocio.
En el escritorio ( o la "fiambrera" como íntimamente lo llamábamos, por estar rodeado por amplios y transparentes ventanales) solía ayudar durante las vacaciones.
Mi labor consistía en copiar objetos y cantidades inventariados por los empleados de la ferreteria en sucias hojas de papel con engrasadas impresiones digitales, a impecables y enormes libros de contabilidad, encuadernados con imitado cuero sintético.
En la ferretería aprendi a valorar materiales y herramientas ( hobbi que conservo hasta hoy) . Pero para mi el lugar encantado, era el taller de la trastienda. Alli se reparaban estufas, cocinas, calefones, y también servía ocasionalmente como lugar para el mate cocido de la tarde de algunos de los empleados.
Aquella tarde después de la escuela me dirigí como de costumbre al taller. Para llegar a él debía pasarse por el depósito de la trastienda. Entre las decenas de cajas de tornillos de diámetros diferentes, de bulones de distintas medidas y de clavos con y sin cabeza distribuidos por doquier, mis ojos se dirigieron a aquella caja de cartón marrón en cuya amarilla etiqueta pude leer : "Cartuchos vacios para rifles de caza - El cazador- marca registrada- Industria Argentina". Que diabólico impulso hizo que mi infantil mano se extendiese para sacar la caja del estante , abrirla y sacar uno de los cartuchos, puedo explicarlo solo por la curiosidad sin límites de un chico de doce años inconciente del peligro. El cartucho , para quién no lo conoce ( en realidad no sé si todavia existirán de este tipo), estaba constituido por un cilindro de rojo cartón duro con la marca imprimida, en un extremo el "culote" de chapa dorada , en cuyo centro se ubicaba el pequeño círculo del "fulminante" o "detonador" como se le suele llamar actualmente , el otro extremo lo cerraba una pequeña tapita del mismo tipo de chapa, que debía abrirse para rellenar el lúmen con pólvora y creo que con pequeñas bolillas metálicas ( afortunadamente a manos del cazador y antes de su uso ). Cartucho en mano y curiosidad en mente pasé al taller.
Colocar el bélico objeto con el culote hacia arriba entre los dientes de la vieja y pesada morsa fijada por oxidados bulones al borde de la mesa de trabajo , dar vuelta a la manivela para sujetarlo, traer el punzón y el martillo, y dar el golpe en el centro del fulminante , fué cosa de pocos minutos.
Pedro, el señor Martínez, el encargado del negocio, la señora del escritorio y algunos ocasionales clientes acurrieron de inmediato al lugar del acontecimiento atraídos por las acústicas ondas de altos decibeles. Alli enfrentaron la aterrorizada y pálida cara y el cuerpo tembloroso de ese travieso e irresponsable chico de doce años, quien solo al ver el pánico en sus caras comenzó a comprender la magnitud de la estúpida aventura...No sé si alguien le chimentó a mi abuelo lo sucedido, él por lo menos nunca me lo reprochó.
¿ Como es posible olvidar ?...
...la tienda de los Panich. No creo que hubo un lugar, fuera del negocio de mi abuelo, que frecuentase más que la tienda de los Panich. Para mi el pasar a charlar con Kiko era un "por supuesto" cuando iba al centro, regresaba del colegio o simplemente sentía necesidad de aconsejarme con álguien. Mi juvenil intuición me decia que en él podria confiar, que él no revelaria mis secretos y sobre todo veia en él un verdadero amigo a pasar de la diferencia de edades.
Hace algún tiempo, revisando documentos que conservo por su valor emocional, hallé un pergamino firmado por mis amigos roquenses en oportunidad de una despedida que me hicieron cuando abandoné la ciudad natal y con ella el país para trasladarme con mis padres a Panamá.
La emotiva dedicación que encabeza el documento esta escrita en esteticas y precisas letras goticas dibujadas en negra tinta china por la artistica e inconfundible caligrafía de Kiko..."por supuesto".
¿ Como es posible olvidar ?...
...la casa de los Gorsky. En la hebraica lengua de nuestros antepasados existe la antigua expresión "sijot nefesh" ( conversaciones del alma ). Este es el tipo de charlas que durante horas y horas mantenía en la época del secundario con Silvia q.e.p.d. en su casa de la calle Tucumán. Con ella teníamos un idioma común y ella era para mí, objeto de admiración con intentos de imitación. Ella encabezaba el "cuadro de honor" del Colegio Nacional, conservando siempre la humildad que la caracterizaba. Con ella participé en obras de "teatro leído" que representábamos en la sala de la biblioteca pública y por su casa pasaba en las tardes en vía a la "idishe shule", la escuela hebrea, a donde asistíamos juntos. Para llegar al comedor de la casa particular se debía pasar por la sala de espera de la clínica odontológica ( en la que tantas veces esperé impaciente a que Carlota o Guillermo me liberaran de un insoportable dolor de muelas ) o por el patio lateral.
Un profundo y dominante aroma de clavos de olor, ese principal componente del aceitoso antiséptico utilizado por los dentistas, colmaba ambos pasajes por doquier.
Con el correr de los años , poco tiempo después de graduarme, me encontré ejerciendo mi profesión en un pequeño pueblo de interior de Panamá. En los calurosos atardeceres tropicales, al finalizar las tareas en el pequeño hospital en el que ejercía, solía reunirme con un grupo de amigos en el balcon de sus casas coloniales. Allí se acostumbra a beber té con cáscara de canela y clavos de olor. Una vez más la "memoria olfativa" lograba despertar en mi, el asociativo recuerdo de la casa de Silvia, Marta y Alejandro.
...la escuela hebrea, la "idishe shule", a la que acudíamos en horas de la tarde, paralelamente a la escuela primaria. Allí aprendimos el alef-bet, el abecedario hebreo, aunque fuese este el idioma secundario que en ella nos enseñaron. El principal era el "idish", ese idioma nacido en la Europa central y que pasó a ser la lengua casera de nuestros abuelos. En ella nos enfrentamos por vez primera con la historia y la literatura judia. Entre los educadores de aquellos años, quien mas influyó en mi formación fué Betzalel Kuznieky, "Chale", que supo inculcar en nosotros, o por lo menos en mí, los verdaderos valores del grupo étnico al que pertenecemos.
¿ Como es posible olvidar ?...
...la "Hora Hebrea" en Radio Neuquén. Ese programa radiofónico lo organizaron y produjeron Betzalel Kuzniecky y mi añorado padre Manolo. Recuerdo las noches en que "Chale" dictaba y papá dactilografiaba en la "Olivetti" con rojinegra cinta , los libretos que habrían de leerse durante el programa, en rojo las pausas y los espacios musicales, en negro los textos. Aquella tarde de sábado, los alumnos de la escuela hebrea debíamos participar en un programa especial. Durante largas semanas ejercitamos sinfín las partituras en horas de escuela y fuera de ellas. Yo debía cantar en hebreo una popular canción llamada "Dos Rosas" que comenzaba: " Te cantaré una canción vieja, muy antigua, te cantaré una canción sobre dos rosas..." , acompañado al piano por Beba Ashquenazi.
La emoción y los nervios hicieron lo suyo y solo las manos del técnico de sonido cubriendo totalmente el micrófono, impidieron que los radio-oyentes escuchasen en su totalidad las desafinadas e inalcanzables lineas que comencé a cantar por lo menos en un par de escalas mas altas de la ejecutada en el piano...
...la amistad con Victor Lócev. Vélvele de la infancia, Victor como exigía ser llamado cuando crecimos, fué mi amigo inseparable desde la más temprana infancia.
Juntos solíamos pasear por los arenales que comenzaban desde "atrás del canal" hasta el pequeño aeródromo local , en donde los Piper y los Cesna despegaban y aterrizaban en los calurosos fines de semana veraniegos. Juntos fumamos el primer pucho en la temprana juventud entre excavaciones y cimientos del Sanatorio Modelo en construcción, vecino a la Sinagoga, para eludir la mirada de los mayores en aquél mediodía de Rosh Ha'shana. De él recibí mis primeras lecciones de conducción en la camioneta diesel de la sodería, cuando creo que ninguno de dos tendríamos la edad en que era permitido manejar.
Juntos viajabamos a Cipolleti, a Zapala y a otros pueblos cercanos para visitar a nuestras "noviecitas" de turno , con palpitantes corazones que parecían escapársenos del pecho , bajo las influyentes hormonas de la juventud. Y juntos también solíamos hacer furtivas escapadas a Neuquén relacionadas con esas mismas hormonas ...
¿ Como es posible olvidar ?...
...a mi ciudad natal. A ese Roca del Alto Valle, que abandoné a los diecisiete años, en la flor de la juventud, remontándome a lejanas tierras centroamericanas donde se besan el Pacífico y el Atlántico, y posteriormente a Israel, aún mas lejana. A ese Roca en el que dejé tantos amigos, tantos seres queridos. A ese Roca, del que me esfuerzo por recordar cada calle, cada casa, cada persona conocida, cada persona amada, cada día, cada hora . Porque a pesar del tiempo y la distancia, soñar... se sigue soñando en el idioma materno ...
Osvaldo Rabinovitch
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